Extracto de una opinión

Administrar la muerte -en el mejor sentido de la palabra- después de años estudiando para salvar vidas debe ser la más dura disyuntiva a la que se enfrenta un médico. Cuando esa disyuntiva se resuelve, además, con la sedación conveniente para paliar el sufrimiento de enfermos a las puertas de la muerte, se requieren condiciones que convierten a estos médicos en seres excepcionales.
Alcanzando el llamado «Síndrome de Dios», que consiste en creerse legitimado para administrar vidas y muertes.